domingo, 14 de noviembre de 2010

La Pomeña




LA POMEÑA
Letra: Manuel J. Castilla
Música: Gustavo Leguizamón







La Pomeña

Eulogia tapia en La Poma
Al aire da su ternura
Si pasa sobre la arena
Y va pisando la luna

El trigo que va cortando
Madura por su cintura
Mirando flores de alfalfa
Sus ojos negros se azulan.

El sauce de tu casa
Esta llorando
Porque te roban Eulogia
Carnavaleando.

La cara se le enharina
La sombra se le enarena
Cantando y desencantando
Se le entreveran las penas.

Viene en un caballo blanco
La caja en sus manos tiembla
Y cuando se hunde la noche
Es una dalia morena.

Esta zamba fue compuesta en 1969, por Manuel J. Castilla (letra) y Gustavo Leguizamón (música) como premio a quien venció a Manuel J. Castilla (“el Barba”) en un contrapunto: Eulogia Tapia.
El episodio sucedió unos años antes, cuando el poeta había ido a la localidad de La Poma en época de carnavales para visitar a un primo. Como dice la primera estrofa, la protagonista es Eulogia Tapia, pastora de la localidad de La Poma; o sea que ella es La Pomeña.
Es costumbre allá en el Norte festejar el Carnaval con harina y agua. Además se estila hacer “el contrapunto” entre copleros.
Este contrapunto es una especie de payada, diálogo musical o duelo de inspiración que dura hasta que alguno de los contendientes pierde la inspiración: no puede responder con una copla lo que propone el oponente.
Como decíamos, la historia de “La Pomeña” se remonta a fines de la década del ’60 cuando “el Barba” Castilla había ido a “La Poma” (Departamento de Salta) a visitar a un primo para la época del carnaval.
De acuerdo con lo que puede leerse en el sitio del Diario La Nación, en un artículo del 11 de marzo de 2007 firmado por Juan Pablo Baliña, La escena que alude la zamba sucedió hace tiempo atrás, en La Poma. Aquella vez el sol pesaba sobre el boliche la Flor del Pago. Cuidando los intereses de los patrones un cartel repetía: "Almacén la Flor del Pago, no fío por temor al clavo". Detrás del mostrador estaba Amanda Aramayo, probablemente secando vasos con su delantal y tomando notas visuales de reojo. Del lado de los clientes, como escondido detrás de una cerveza, había un hombre barbudo: Manuel J. Castilla.”
Según la propia Amanda Aramayo el "Cuchi" Leguizamón no estaba aquella tarde allí, sino solamente Manuel J. Castilla. Luego veremos la versión de la propia Eulogia, relatada en enero de 2006 cuando se presentó en el Festival de Cosquín, que dice precisamente lo contrario.
Doña Amanda relata que Castilla ya estaba en el boliche cuando "en ese momento entró la Eulogia con la caja bajo el brazo y la cara llena de harina. Era joven, tendría 18 o 19 años en esa época y así nomás comenzó el contrapunto, que siguió hasta que Castilla no tuvo más que decir". Había ganado Eulogia. Bajo la mirada impávida del poeta derrotado la joven pomeña salió por la puerta, desató su caballo blanco y rumbeó para el lado de "las casas".
Al día siguiente Castilla pidió el tractor verde de la municipalidad y fue hasta el rancho de Eulogia, ubicado en Ampostuya. Amanda recuerda que tampoco en esa oportunidad le fue muy bien por el recibimiento que tuvo en el rancho de los Tapia. "No se va a creer, si don Joaquín, el padre, era bravo como el cardón".
Al regreso de la frustrada visita pasó por el boliche, "todo tiznado por el humo del tractor", según cuenta Amanda. A la mañana siguiente Castilla se fue.
Y esta es la versión de la protagonista:
"Yo he bajado de mi casa al pueblo para cantar. Ahí armaban carpas durante carnaval y se juntaban todos. Yo llegué con mi caballo blanco, como dice la canción. El Cuchi y Castilla estaban también ahí cantando con sus guitarras. Eramos muchos hasta que empezaron los contrapuntos (duelo de coplas entre uno y otro). La gente se fue yendo y yo me quedé sola con ellos dos en un duelo, hasta que les gané con una última copla que decía:"
Esta noche va a llover
agua que manda la luna
mañana han de amanecer
como pato en la laguna

"Ellos me preguntaron qué quería por haber ganado y yo les dije que me hicieran un tema".
Después el Cuchi y Castilla fueron a verla a su casa de adobe en La Poma. "Tuvieron que subir en tractor porque no había camino. Yo estaba con mi padre sembrando, entre la alfalfa, como dice el tema. También estaba el sauce, que está como llorando. Todo eso vieron. Y cuando hablan de «porque te roban Eulogia carnavaleando» era porque me habían robado una chiva. La canción recién la escuché como un año después en la radio. No me lo he creído al principio que hablaba de mí. Después me llenó de emoción."
¿Estaba el Cuchi Leguizamón esa tarde en "La flor del pago"? Probablemente tanto Amanda como Eulogia estén diciendo la verdad; aparentemente se había juntado mucha gente, y en el trajín de atender a los parroquianos la primera pudo no haberlo visto.
También es posible que el Cuchi no estuviera todo el tiempo y ellas se estén refiriendo a momentos distintos.
Otra cosa dudosa es que Castilla haya quedado resentido por su derrota, pues el hecho de ofrecerle un premio a quien lo venció hace pensar lo contrario. Incluso su visita a la casa de Eulogia, si uno se guía por la letra de la zamba, fue para conocerla mejor y poder escribir el tema que ella le había pedido.
Eulogia entonces tenía 18 años, ahora 60, pero su vida es la misma. Vive en la actualidad en un puesto de campo, apenas alejada del pueblo de La Poma, en el norte salteño. A pesar de la popularidad de su nombre las cosas no han cambiado mucho para ella. Cada mañana de verano se la puede encontrar con las botas de goma y ordeñando, o mateando con su marido bajo el alero de su casa de adobe.
De la página de Clarín rescatamos esta parte del reportaje que le hiciera en julio de 2010 Diego Jemio:

“A finales de los 60, los inseparables Gustavo “Cuchi” Leguizamón y Manuel J. Castilla llegaron al pueblo para celebrar el carnaval. Acá conocieron a una Eulogia adolescente, que trabajaba en el potrero junto a su padre cuidando animales y cortando alfalfa y trigo. Ahí mismo se desafiaron en un contrapunto de coplas, donde gana el que no pierde la inspiración. Eulogia derrotó a Castilla, un peso pesado de la poesía, autor de himnos como Bajo el sauce solo y Zamba de Argamonte . Y como premio se llevó un elogio y una promesa: “Su hija salió buena cantora. Le vamos a hacer una zambita”, dijeron el músico y el poeta.

“Ellos vinieron una vez al carnaval y nunca más volvieron. Al año o a los dos, alguien me avisó: ‘Eulogia, la están nombrando en la radio’. No les creí, pero mi mamá escuchó y me dijo que era yo. Me gusta la zamba, porque cuenta cosas que son ciertas. Cuando dice ‘el trigo que va cortando madura por su cintura’, se refiere a mi trabajo de entonces. También nombran al caballo blanco que yo tenía; ellos le preguntaron a mi papá cómo se llamaba el árbol que está al lado de mi casa”.

Eulogia vive en el pueblo viejo de La Poma; el sauce está en el mismo lugar y ella sigue sacando agua del mismo río.

La pomeña recuerda lo lindo que eran los carnavales en aquellos años. “Sabíamos mandar muchos caballos con sus cajas. Los animales llevaban manzanos y collares de serpentinas. Ahora no hay nada de eso: nadie anda a caballo ni con cajas; son contaditas las personas que cantan coplas. Ahora les gusta la cumbia y no lo de antes”. Tanto le gustaban a Eulogia los carnavales que uno de esos días se olvidó algunos animales, apurada por llegar al pueblo para el festejo.

“Con mi hermana dejamos tiradas las chivas en el cerro y vinimos a pasear al carnaval. Yo me confié, porque ellas conocían el camino y bajaban solas. Al otro día, cuando volvimos, faltaban varias”, recuerda Eulogia, que ahora pisa los 64 años. Cuando cuenta la historia, es imposible no volver a los versos de la canción, al maravilloso El sauce de tu casa está llorando/porque te roban Eulogia carnavaleando .
Son la diez de la noche y el festival está por comenzar. Afuera, sopla el viento helado, el termómetro marca diez bajo cero y las calles están desiertas. Buena parte de los dos mil habitantes del pueblo están en el Centro Deportivo de la Municipalidad. Pasan todas las fuerzas vivas del pueblo, un ballet y un cantor de Cachi. Y llegan las copleras, Eulogia y su comadre.

Parada en el gigante escenario de madera, la mujer canta y dobla el cuerpo como un junco. “Yo he visto unos ojitos y por esos ojos muero. Me han dicho que tienen dueño y así con dueño los quiero”. Su compañera contesta y Eulogia no se queda atrás, como aquella tarde en el potrero. “El rico le dice al pobre calavera chupador. El rico chupa en la mesa y el pobre en el mostrador”. El contrapunto y el festival siguen hasta las cinco de la mañana. Pero, esta vez, Eulogia se acordó de guardar los animales.

“En la casa todos sabían coplear, en especial las mujeres,”, cuenta la mujer, que tuvo 13 hermanos y que, de tanto escuchar y cantar, llego a ganarle al “Barba” Castilla. “Voy pensando las coplas en el cerro, mientras los animales pastan, porque en la casa no se puede. Siempre hay cosas para hacer”, cuenta Eulogia sobre la creación.

Como en aquellos años, ella vive del campo. Y cuenta que ahora está preocupada porque no llueve y la hacienda corre peligro. “Tengo mis chivitas y ovejitas y con mi esposo siempre sembramos algo: papa, arvejas, habas… Por ahí da y por ahí no por falta de agua o por el frío”. Eulogia tiene dos hijas. Una vive en el pueblo y la otra en Salta. “La ciudad es fiera. Me van a sacar muerta de acá. Yo acá no tengo luz ni gas, pero a mis hijos nunca les faltó nada; aunque sea mote les doy. Soy feliz acá en La Poma, m’hijo. ¿Pa qué me voy a quejar?” Nada fue igual desde aquella visita de los poetas trasnochados. La Poma será siempre el pueblo de la Eulogia. La de la zamba bella y la lengua filosa.”

Finalmente Patricia Salvarrey nos cuenta en www.cardon.com.ar “Yo no la canto. Me gusta, pero no la canto. Apenas en mi corazón la llevo”, dice y señala que no hay nadie más en el pueblo que lleve su nombre: “Pero allá en Salta yo supe que hay una Eulogia Tapia, y otra no sé dónde también”.

Porque están quienes la homenajean poniendo su nombre a las hijas. Pero también quienes se aprovechan de su celebridad: falsas pomeñas.

“Y se hacen famosas. Cuando los turistas no conocen, por lo menos en Cachi, por ahí, ellos preguntan quién es Eulogia, y algunas les dicen ‘yo soy Eulogia’. En serio. A mí me han dicho unos turistas que venían de Cachi para acá que una mujer les dijo ‘yo soy Eulogia Tapia, y vivo acá’, y la han hecho cantar, le han dado las propinas. Después vinieron a conocer La Poma, alguien les dijo que me vieran y ellos, asombrados, contaron: ‘Pero si ya vimos a Eulogia Tapia, ayer, en otro pueblo’. Pero después me encontraron…”.

Eulogia y su esposo viven solos, en una gran casona de adobe con arcadas que alquilan, rodeada por un sauce (que no es el de la canción, aclara Eulogia) y algunos árboles de damascos. Sacan agua de una acequia, y se alumbran gracias a un molinito de viento.

Entre los dos trabajan la tierra: el esposo siembra de todo un poco, y también tienen algunas chivas. “Sacamos leche, hacemos queso. Yo tejo frazaditas, medias, guantes, gorros, y cuando tengo los vendo”, explica la pomeña mientras cuida a dos de sus siete nietos. Cuenta que hace un tiempo estuvo en Cosquín, invitada al festival, cantando y recitando, y que de las coplas que interpreta, las más veteranas son de su padre. “Yo no compongo coplas, las descompongo”, dice riéndose la gran coplera, mientras espera la reimpresión del libro que recopila sus versos.

A Castilla y al Cuchi no los volvió a ver más. “Nunca volvieron”, dice Eulogia Tapia, que por estos días sólo espera arreglar algunas cosas de su vida cotidiana, ver crecer a sus nietos y seguir narrando la historia de la zamba que las maestras hacen cantar a los changos en la escuela. “Yo sigo contando la historia de La Pomeña hasta el día que cierre mis ojos. El día que cierre mis ojos, ya no la cuento más”, dice y regala una copla como despedida: Las estrellas en el cielo/ forman un arco imperial. / Mi corazón por el tuyo/y el tuyo no sé por cuál.

En la parte inferior podrán escuchar la versión de Hernán Figueroa Reyes.



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